En Casa con dos puertas mala es de guardar sí hay burlas con el amor... y con el honor.
En un mundo de burlas donde antes que todo son las damas –“Primero soy yo”, le recuerda Laura a Marcela- las protagonistas de nuestra obra desmoronan los herméticos esquemas sociales a través de la risa saludable, de la alegría del vivir. Bajo un ligero atisbo de crítica de situaciones sociales de la época –como la de mantener clausuradas a las mujeres y evitar así el trato con ellas del hospedado en su casa-, Calderón dibuja la imagen fresca y viva de unas damas que, ante la aparición del galán, consiguen imponer su voluntad: ponerse en contacto y enamorar al perplejo galán, no sin antes, dado su sentido práctico, superar la férrea estructura social a la que se hayan sometidas y que les obliga, objetos del deseo, a ser custodiadas por sus padres, maridos o hermanos.
Y todo esto aderezado por un Calderón, dramaturgo del humor, que lleva al teatro, en forma cómica, el problema del conocimiento. Las cosas no son como parecen. El oído y la vista causan confusiones y trastornos. La razón de los dos galanes –Felix y Lisardo- se enfrenta con experiencias desconcertantes. Un juego de luz y sombras que no permite distinguir con acierto. Sentidos que recogen contradictorios mensajes, ridículos equívocos e intrigas que vienen a ser engañosos espejos. Tal es la comedia: reflejo lúdico, exagerado y artificioso de la realidad.
Y todo esto aderezado por un Calderón, dramaturgo del humor, que lleva al teatro, en forma cómica, el problema del conocimiento. Las cosas no son como parecen. El oído y la vista causan confusiones y trastornos. La razón de los dos galanes –Felix y Lisardo- se enfrenta con experiencias desconcertantes. Un juego de luz y sombras que no permite distinguir con acierto. Sentidos que recogen contradictorios mensajes, ridículos equívocos e intrigas que vienen a ser engañosos espejos. Tal es la comedia: reflejo lúdico, exagerado y artificioso de la realidad.